Luego de tanto trabajo,
en mil noches
terminé mi barco,
lo forjé de papel, lleno todo esmero.
me dispuse a embarcar en la bahía de los labios.
preparé solo lo necesario,
dispuse de un traje de buzo
- ese que se asemeja al de astronauta -
en busca de nuevas estrellas submarinas.
Zarpe junto a la tarde
mientras mi mano se deslizaba
de la nuca a su cuello.
Fuí diminuta entre sus labios,
del tamaño perfecto para abordar mi nave.
La marea en su piel
daba la impresión de estar en calma,
mantuvo la quietud breves momentos
antes de naufragar hacia una de sus islas volcánicas
que inspiraba ser recorrida
fué tan fuerte la erupción
que mi presencia provocó
me ví siendo catapultada de regreso a mi barco.
Si más remedio zarpe,
dejando la corriente me llevara al sur
sentí el cambio de las aguas,
eran tibias y por momentos
los escalofríos eran evidentes en su piel,
recorrí tanto como pude sus mares.
Besé con mi nave cada uno de sus lunares,
de su cuerpo, con enfasis en su abdomen y su espalda
volví a naufragar por sus piernas y pantorrillas
sentirla hizo que mi brújula perdiera dirección.
Al reencontrar el norte
divicé una caverna,
el lugar perfecto para explorar,
vestí mi traje de buzo y me lancé
sin afán de querer volver a la superficie
deseé morir entre los espasmos de sus paredes
ahogada en explosiones y karma.
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