Sabía que cada bocado le provocaba una sensación de vacío obsoleto, todo médico que visitaba le recetaba lo mismo. Niguno le hizo las preguntas correctas. La vez que lo conoció, solo tuvo con ver su ojos para sentirse saciada, perdió el apetito, el mesero del café donde solía ir a diario se asusto cuando ella le pidió un vaso de agua y lo vómito, no había más espacio dentro. No sabia digerir lo que pasaba dentro de ella.
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