Hay quienes nos arrepentimos de nacer justo pocos meses o días previos a que ello ocurra, en ocasiones puede suceder pocos días luego de nacer.
En mi caso el tercer intento fue el vencido, las dos primeras ocasiones pude eludir el insignificante hecho de nacer, al menos lo que sería el cuerpo físico. Termine de nacer años posteriores.
Desperté a mis 5 años cuando mi alma fue obligada a bajar a un andamio físico. El estrepitoso caer no dolió tanto como lo fue abrir los ojos por primera vez y sentir el encarcelamiento delimitado por un cuerpo, el cual a su vez se encontraba rodeado de barandas de madera; las cuales según ellos protegerían mi cuerpo, evitando que la torpeza motora del mecanismo de carne y hueso sufriera traumas.
Como pude logre ponerme en pie con ayuda de mis enemigos de piel rígida e inquebrantable cuya tez simulaba barro, asome la cabeza sobre los barrotes ayudada de los febriles brazos. Con dificulta conseguí enfocar los ojos, observe detenidamente el espacio que circundaba. La luz era escasa, mi cárcel física mas allá del cuerpo se encontraba rodeada de otra de mayor dimensión, de aspecto frívolo evocando el encierro perfecto lleno de mobiliario utilitario, recuerdo en una esquina se disponían trozos de tela esmeradamente doblados similares al que cubrían mi piel.
Con el tiempo logre entender que todo ello que yo sentía ser cárcel era justamente un lugar donde debía sentirme segura y protegida del exterior, ese que ellos mis progenitores en algún momento decidieron podría ser nocivo.
En mi caso el tercer intento fue el vencido, las dos primeras ocasiones pude eludir el insignificante hecho de nacer, al menos lo que sería el cuerpo físico. Termine de nacer años posteriores.
Desperté a mis 5 años cuando mi alma fue obligada a bajar a un andamio físico. El estrepitoso caer no dolió tanto como lo fue abrir los ojos por primera vez y sentir el encarcelamiento delimitado por un cuerpo, el cual a su vez se encontraba rodeado de barandas de madera; las cuales según ellos protegerían mi cuerpo, evitando que la torpeza motora del mecanismo de carne y hueso sufriera traumas.
Como pude logre ponerme en pie con ayuda de mis enemigos de piel rígida e inquebrantable cuya tez simulaba barro, asome la cabeza sobre los barrotes ayudada de los febriles brazos. Con dificulta conseguí enfocar los ojos, observe detenidamente el espacio que circundaba. La luz era escasa, mi cárcel física mas allá del cuerpo se encontraba rodeada de otra de mayor dimensión, de aspecto frívolo evocando el encierro perfecto lleno de mobiliario utilitario, recuerdo en una esquina se disponían trozos de tela esmeradamente doblados similares al que cubrían mi piel.
Con el tiempo logre entender que todo ello que yo sentía ser cárcel era justamente un lugar donde debía sentirme segura y protegida del exterior, ese que ellos mis progenitores en algún momento decidieron podría ser nocivo.
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